De adolescente prefería el fútbol a la interpretación. Sin embargo, algo le tiraba a ponerse sobre un escenario y ser otro. El teatro le dio la oportunidad de conocerse más a sí mismo y saber hasta dónde llegaban sus posibilidades entre bambalinas. No fue hasta 1991 que Sergi decidió probar frente a una cámara. Fue durante un cásting del director Manuel Poirier, su descubridor para el cine. En 1997 era ya un actor conocido en el mercado internacional por, entre otras, Western. Ese mismo año rueda con Ventura Pons Caricies y su fama comienza a extenderse por nuestro país. El resto ya es historia. Asistir a una sala de cine para ver actuar a Sergi López implica sentirse muy próximo a aquel que nos habla desde la pantalla, que nos mira directamente y nos regala, como en Una relación privada, una lágrima que dice más que cien monólogos.
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